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24 Oct 2023 Andalucía |

Las voces silenciosas del cambio climático: flora y fauna

Fuente: Sara Adán/ Fundación Descubre

Los ecosistemas del planeta sufren las consecuencias de la huella destructiva del cambio climático. A pesar de su capacidad para buscar soluciones a modificaciones en su entorno, el impacto negativo está presente en la flora y la fauna de la Tierra. Sequías prolongadas, escasez de recursos, altas temperaturas o incendios forestales son algunos de los fenómenos que alarman a expertos y expertas de todo el mundo en relación a la supervivencia de la biodiversidad, dando lugar, según indica la ONU, a las primeras extinciones provocadas por el clima

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24 de octubre: Dia internacional contra el cambio climático 2023

El cambio climático es el responsable del aumento global de 1,1 grados por encima de los niveles preindustriales con motivo de la actividad humana en el medio ambiente. Los sistemas naturales sufren los riesgos asociados a fenómenos climáticos extremos ya detectables en la actualidad, de hecho, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) prevé en su último informe El cambio climático y la Tierra serios impactos en la biodiversidad y ecosistemas, entre ellos, la pérdida y extinción de especies.

Si el ritmo actual en las actividades humanas perjudiciales para el medio ambiente se mantiene, el IPCC calcula un aumento de 1,5 grados entre 2030 y 2052, lo que se traduciría en que el 6% de los insectos, el 8% de las plantas y el 4% de los vertebrados perderían la mitad de su alcance geográfico, cifras que empeoran si la temperatura global aumenta hasta los 2 grados. Frenar este negativo ritmo para el medio ambiente supondría, según este informe, un aumento más lento del nivel del mar y, por tanto, mayores oportunidades de adaptación de los ecosistemas.

Las especies buscan la manera de adaptarse a los cambios de su entorno: los animales que habitan en mares y océanos buscan latitudes más altas, hay alteraciones en los periodos de floración y dispersión de semillas, los árboles como la encina crecen menos, el ciclo de nutrientes del suelo se ve alterado… Según un estudio publicado en Environmental and Experimental Botany, una de las consecuencias más visibles del cambio climático será la sustitución de unas especies por otras, aquellas que consigan sobrevivir a las consecuencias climáticas que experimentan sus ecosistemas. En esta misma línea, las especies invasoras serán cada vez más comunes, seres vivos que ven perjudicados sus hábitats naturales y buscan refugio en otros territorios, donde se reproducirán hasta causar impactos en la biodiversidad de estos espacios. Conocer la capacidad de los seres vivos para aclimatarse es clave para minimizar los efectos perjudiciales del cambio climático en la flora y fauna.

¿Qué proceso de adaptación están experimentando las especies con motivo del cambio climático?

El cambio climático es un proceso lento, tal y como indica el catedrático de Zoología en la Universidad de Huelva, José Prenda. No solo son los animales y plantas quienes sufren estas consecuencias, las personas han experimentado adaptaciones a lo largo de su historia: “Los humanos somos una especie que padece diabetes, probablemente la única, por la dificultad que poseemos para metabolizar los hidratos de carbono. Aún nos estamos adaptando al cambio de dieta que sufrimos en el neolítico cuando nos hicimos sedentarios y comenzamos a cultivar las plantas ricas en azúcares”. Como indica el catedrático, este fenómeno transcurre a una velocidad de vértigo y provoca en especies de vida larga un proceso de aclimatación. Esto se ve reflejado en cambios de patrones como la distribución temporal de especies como las aves y su migración: llegan antes de África y retornan del mismo modo más pronto. Lo mismo ocurre en la floración de las plantas o la caída otoñal de las hojas, que cada vez se produce de forma más tardía: “Todos estos son cambios ecológicos que a un plazo más o menos largo se traducirán en cambios genéticos persistentes que desembocarán en un proceso adaptativo”, expresa Prenda. Sin embargo, indica, aún es pronto para hablar de adaptación.

Los estudios sobre el comportamiento de las especies frente al cambio climático tienen una larga trayectoria. En 2017, un equipo del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) liderado por Josep Peñuelas realizó una investigación que recopilaba datos obtenidos en ecosistemas mediterráneos terrestres catalanes. En este estudio se daban a conocer gran variedad de formas de alteraciones de las conductas habituales de especies en estos territorios. Entre ellas destacan algunas como las variaciones en los períodos de dispersión de semillas e incluso en la cantidad de estas, de hecho, se indicaba que algunas plantas habían comenzado a liberar más compuestos volátiles inflamables, lo que podía aumentar las probabilidades de nuevos incendios forestales. Asimismo, las especies vegetales con altas capacidades de resistencia como el madroño presentaban picos de mortalidad en períodos de graves sequías.

En Andalucía, uno de los territorios de mayor biodiversidad del continente europeo, tal y como indica la Junta de Andalucía, también se han llevado a cabo numerosos estudios sobre las consecuencias a las que se están enfrentando especies de la región. Los investigadores de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) Fabrizio Sergio y Julio Blas, lideraron un estudio el pasado año donde afirmaban lo siguiente: “El cambio climático afecta mucho más de lo que se pensaba”. Concretamente, mediante el estudio del milano real, una especie rapaz del Parque Nacional de Doñana que se encuentra en peligro de extinción, observaron que periodos de sequía prolongados durante el nacimiento de esta especie les perjudicaba para el resto de sus vidas. Tanto es así, que la sequía natal que experimentó el milano real durante esta investigación provocó una disminución del 40% en el tamaño de su población, además de reducir en 10 años el tiempo previsto para su extinción.

Estudios como este demuestran que el cambio climático erosiona la supervivencia de especies y poblaciones de fauna silvestre, sin embargo, no todas reaccionan del mismo modo. Factores como el tamaño, capacidades, hábitat o ciclos de vida pueden ser determinantes en su proceso de aclimatación.

¿Hay alguna especie que esté experimentando serios problemas a la hora de aclimatarse?

La adaptación forma parte del ciclo de vida de la flora y fauna ya que la naturaleza garantiza la supervivencia de aquellas que consigan superar las variaciones de su entorno. Sin embargo, este proceso es lento y varía según la especie. Tal y como sostiene José Prenda, aquellas de ciclos de vida más breve, como los organismos unicelulares, sí pueden experimentar procesos de adaptaciones con motivo del cambio climático, de hecho, se puede indicar que, a la larga, solo sobrevivirán aquellas que toleren las altas temperaturas o una mayor frecuencia de incendios. El escenario medioambiental actual deja ver que hay algunas que no pueden seguir el ritmo de las nuevas condiciones meteorológicas extremas que suceden en la actualidad, especialmente en materia de temperaturas extremas y estrés hídrico.

Sequía, Estéril y Riego / Imagen de Penny en Pixabay

Árboles, anfibios, peces, reptiles… Muchas especies con bajas capacidades dispersivas, indica el catedrático, sufrirán reducciones en sus poblaciones, lo que dará como resultado su fragmentación y, por tanto, su aislamiento. Del mismo modo, la biodiversidad marina también vivirá consecuencias graves: “Se están viendo afectadas por el aumento generalizado de la temperatura del agua. Al final, una fracción de ellas se verá inmersa en lo que se conoce como torbellino de extinción que conducirá a su desaparición, local o total”.

En este sentido y en el caso concreto de la Comunidad Autónoma Andaluza, es relevante destacar el ejemplo de los galápagos de Doñana. Recientemente, la laguna de Santa Olalla, la más grande de este espacio natural único en Europa, se ha secado por segundo año consecutivo. Según informa la Estación Biológica de Doñana, lo único que queda de la misma es una pequeña zona enfangada en la que se pueden apreciar los galápagos, tortugas acuáticas autóctonas de la Península Ibérica, región en la que concretamente conviven dos especies: el galápago europeo y el leproso. Estos animales están sobreviviendo en los restos de agua que quedan en la laguna, pero nadie sabe hasta cuándo podrán resistir. Los investigadores de la EBD indican que han observado en más de una ocasión durante este verano ejemplares atrapados en el barro, sustancia que, al secarse, provoca la muerte de estos y el aumento de la vulnerabilidad ante los depredadores. Los científicos ya han observado caparazones de galápagos devorados por jabalíes. Su resistencia está siendo estudiada: mientras haya mínima agua, luchan por sobrevivir.

¿En qué situación se encuentra la biodiversidad andaluza en este sentido?

Andalucía, tal y como indica José Prenda, es un espacio vulnerable al cambio climático. La fragilidad actual de sus ecosistemas está motivada por factores como la aridez de su territorio, las temperaturas extremas y la intensa acción humana, mediante actividades como la sobreexplotación del agua, los regadíos y las malas prácticas agrarias. La posición geográfica en la que se encuentra la comunidad le proporcionar abundancia y variedad de formas de vida, según indica la Estrategia Andaluza de Biodiversidad Horizonte 2030, sin embargo, según un informe sobre el Estado de la Naturaleza en la UE publicado en octubre de 2020, la biodiversidad europea se encuentra en declive debido a múltiples factores como los cambios de uso del suelo o la presencia de especies exóticas invasora. En un contexto de globalización, esas consecuencias también afectan al territorio andaluz.

Con el objetivo de poner fin a esta problemática, se han desarrollado numerosas investigaciones que centran sus objetivos en crear y mejorar servicios tecnológicos que sean capaces de calcular el impacto del cambio climático en Andalucía y controlar el aprovechamiento de recursos naturales, prestando especial atención al estrés hídrico de la comunidad. Una de estas iniciativas se trata del proyecto Smartfood, ideado por investigadores de las Universidades de Córdoba (UCO) y Málaga (UMA) y publicado el pasado mes de febrero. Mediante el uso de herramientas como drones, nanosatélites o sensores digitales se podría evaluar el impacto negativo de actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras: “Va a permitir cuantificar los servicios de las explotaciones agrarias para mejorar los servicios ecosistémicos de la agricultura”, indica José Emilio Guerrero, coordinador el equipo de científicos de la UCO.

 

Dron blanco volando / Imagen de ArthurHidden en Freepik

Prenda, por su parte, haciendo referencia a la situación en la que se encuentra la biodiversidad de Andalucía, hace hincapié en el estado de la biodiversidad acuática de ríos y embalses andaluces: “La escasez de agua, acentuada por el cambio climático, junto con el incremento de la presión sobre el recurso hídrico hacen que los hábitats acuáticos se reduzcan o desaparezcan (caso de Doñana) o sean inhóspitos para una gran parte de las especies nativas que viven en ellos”.

Asimismo, las especies invasoras, aquellas que se introducen en un nuevo ecosistema amenazando a la diversidad biológica nativa también tienen consecuencias en esta comunidad. Un caso para destacar es la Cotorra Argentina (Myiopsitta monachus), una especie cuya introducción fue causada por el ser humano y cuyas consecuencias son graves para la supervivencia de otras especies e, incluso, para la producción agrícola debido a su alimentación y su condición de ingeniero ecosistémico, tal y como indica el experto en cotorras Argentinas e investigador de la EBD, Dailos Hernández. Una de las especies que más se ve perjudicada en la convivencia con estos animales es el nóctulo grande, el murciélago más grande de Europa clasificado como “especie vulnerable” que, además de tener que competir por los sitios de nidificación, sufren ataques constantes por parte de estos animales, especialmente en el Parque María Luisa de Sevilla. Tan problemático es este ejemplar que el medio norteamericano The New York Times llegó a nombrarlas en un reportaje como “el terror de las alas verdes en España”.

¿Cómo se produce la llegada de especies invasoras?

El Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CBD), ratificado por España en 1993, reconoció que la existencia y reproducción de especies invasoras era un problema para la biodiversidad mundial. El órgano rector del CBD se reúne cada dos años para examinar el progreso y adoptar medidas futuras y fue en el año 2010 cuando en su marco de acción 2011-2020 hizo un análisis sobre el impacto negativo de las especies invasoras en diferentes aspectos de la naturaleza: en el agua, un recurso del que depende la vida en la Tierra, prácticas como la construcción, la contaminación o la conversión de la tierra en la agricultura conducen a la pérdida de hábitat y, con ello, a la aparición de especies invasoras que afectan a los ecosistemas.

En los bosques, por su parte, el ser humano destruye, según este informe, la diversidad biológica a un ritmo alarmante. Actividades como el pastoreo excesivo, su transformación en tierras agrícolas, las explotaciones mineras o los incendios provocados motivan la fragilidad de estos, a la vez que la huida de especies que serán invasoras en los espacios donde se establezcan.

En las islas, el impacto negativo del turismo de masas altera la estabilidad de sus ecosistemas, contribuyendo a la expansión de especies foráneas. Una especie invasora puede llegar a ser introducida mediante causas accidentales o intencionadas. El Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico afirma que, en relación a las vías de entrada de los invasores, el componente humano es considerable debido, especialmente, a la globalización económica. Durante la historia se han producido introducciones por motivos amplios como la economía (agricultura, pesca o control de plagas), científicos (estudios zoológicos o botánicos) o incluso estéticos (mascotas o jardinería).

Este fenómeno es objeto de estudio de científicos en su intención por preservar y proteger la flora y fauna autóctona. La investigadora del CSIC en la Estación Biológica de Doñana (EBD), Montserrat Vilà, llama a este fenómeno como “Macdonalización de los ecosistemas” en referencia a aquellos ecosistemas que conviven con invasoras, que han sido traídas por personas, de manera no natural. Como consecuencia, consiguen un movimiento de especies entre regiones, con distribuciones globales. El ser humano, a pesar de estar involucrado de manera negativa en este proceso, debe tomar conciencia sobre acciones simples como evitar el abandono de mascotas como peces o aves en cualquier zona o dejar restos de la poda de un jardín en algún sitio donde pueda expandirse, medidas que conseguirían prevenir, tal y como afirma Montserrat Vilà, la aparición de no nativas.

En España, según indica la investigadora, hay zonas singularmente pobladas por invasores, es lo que se denomina como “perturbadas”, es decir, aquellas que son pobres en especies nativas y que, por consecuencia, son más proclives a sufrir invasiones. Las costas del país experimentan mayormente este tipo de fenómenos mientras que, en las montañosas, se dan con menor frecuencia. Para que un animal o planta exótica encuentre cómodo su nuevo lugar es necesario que las condiciones climáticas de esta zona le sean favorables a lo que esté acostumbrado: “Si introducimos una planta tropical en el ártico seguro que no le va a ir bien. Pero si lo hacemos en el clima mediterráneo, aunque aquí haya veranos muy secos, en un bosque de ribera tiene unas condiciones muy buenas”, indica la experta de la EBD.

La distribución no natural de la flora y la fauna puede darse mediante un acto tan sencillo como remover tierra de un sitio a otro. La propia dispersión de semillas puede desencadenar cambios en los ecosistemas naturales, recurrentes incursiones que se dan en todo el mundo. Para llevar un control sobre estas introducciones es necesario una legislación y vigilancia, lo que queda recogido en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, una herramienta susceptible de modificación permanente que reúne cerca de 200 taxones divididos en grupos taxonómicos: hongos, algas, flora, invertebrados no artrópodos, artrópodos no crustáceos, crustáceos, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Según Prenda, hay numerosos casos de animales que, con motivo del cambio climático, se han expandido y están amenazando a la biodiversidad nativa, como ocurre con el alga marina Rugulopteryx okamurae, detectada por primera vez en 2015 en el Estrecho de Gibraltar. Este ser vivo disminuye la capacidad dominante de las comunidades marinas y se expande rápidamente, lo mismo que ocurre con otras invasoras. Asimismo, como explica el informe Cambio Climático y Especies Exóticas Invasoras elaborado por el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas (GEIB), el cambio climático va más allá y puede incrementar la capacidad competitiva de comunidades exóticas que ya están establecidas en ecosistemas.

¿Cómo afecta el cambio climático a la vida marina y a sus ecosistemas?

Los problemas medioambientales también repercuten en los mares y en sus ecosistemas. Un estudio liderado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) muestra que desde 1993, el nivel del mar sube 2,8 milímetros cada año. Entre las razones que favorecen ese ascenso se encuentra el calentamiento de las aguas, produciendo su expansión térmica, sin embargo, la razón principal es la fusión de hielos de Groenlandia y la Antártida. Las consecuencias en los sistemas costeros de España serán graves: “Para países como el nuestro, con una gran extensión de costa, esta subida del mar tendrá efectos graves, como el retroceso de la línea de costa y pérdida de playas, o el mayor impacto de los temporales sobre las construcciones e infraestructuras costeras”, indica el investigador del Centro Oceanográfico de Málaga, Manuel Vargas. Sin embargo, la vida marina sufre del mismo modo los cambios en su entorno.

Paisaje de naturaleza helada / Imagen de Freepik

Los resultados de una investigación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA-CSIC-UIB) confirman que este calentamiento oceánico provoca intensos episodios de olas de calor marinas, eventos muy perjudiciales para estos ecosistemas. Asimismo, el estudio afirma que, a este ritmo, el escenario para 2050 plantea olas de calor que abarcarían todo el año, no solo en verano, estación donde, con cada vez más frecuencia, se alcanzan temperaturas marinas de récord. En el Mediterráneo hay una especie que preocupa a los científicos, se trata de la posidonia (Posidonia oceanica), una planta que, tal y como indican los investigadores, es crucial para la vida y ecosistemas marinos del Mediterráneo.

Es precisamente el calentamiento de las aguas lo que obligaría a los organismos marinos, de acuerdo con otro estudio del IEO-CSIC, a migrar a las profundidades en busca de temperaturas más bajas. Esta migración se podría estar produciendo hasta 2100. Algunas especies encontrarían dificultades en esta actividad ya que necesitan luz para vivir, algo que en las profundidades de mares y océanos escasea. Los problemas de adaptación de la vida bajo el mar podrían provocar la pérdida de un 17 por ciento de su biomasa animal durante este siglo, una consecuencia que comenzaría a percibirse en la cadena alimenticia del mar: «Nuestros hallazgos sugieren que los animales marinos de mayor tamaño, muchos de los cuales ya son motivo de preocupación para la conservación, podrían mostrar una vulnerabilidad particular a las disminuciones provocadas por el clima, con un efecto dominó del fitoplancton en la cadena alimentaria», indica el experto del Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación del Medio Ambiente de las Naciones Unidas, Derek Tittensor.

Sin embargo, las consecuencias para la vida en los ecosistemas acuáticos no terminan aquí. La disminución de los niveles de pH del océano como resultado de la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera es la causa de un fenómeno llamado acidificación de los océanos, jugando un papel indispensable en la disminución de estos gases en la atmósfera, tal y como hacen las plantas durante la fotosíntesis. Los ecosistemas marinos se ven perjudicados en este proceso, con incontables alteraciones, como la reducción de los niveles de saturación de los minerales carbonatados, dificultando la formación de caparazones para organismos como el plancton, los moluscos o corales, explica la investigadora del IMDEA-CSIC-UIB, Iris E. Hendriks.

De acuerdo con el informe Acidificación de los Océanos, elaborado por la UNESCO, la única forma de minimizar este riesgo es mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. La UNESCO también advierte de algunos resultados que se están observando en organismos marinos, como la reducción de su capacidad para sobrevivir y crecer o las dificultades en su desarrollo larvario, además de los problemas que rodean al crecimiento de los arrecifes de coral, hábitat de numerosos seres vivos. El futuro del proceso que se está experimentando en los océanos en la actualidad es predecible a través, incluso, de los propios cristales del esqueleto de los corales que, según un estudio liderado por el científico español del Instituto de Paleobiología de Varsovia (Polonia), Ismael Coronado Vila, además de permitirles crecer y protegerse contra los depredadores, trazan la historia de la acidificación marina. Como consecuencia, el estrés oceánico es, actualmente, diez veces superior a los niveles de cualquier otro momento de la historia en los últimos 55 millones de años.

A medida que el planeta envía señales de atención que no se deben ignorar, miles de especies en todo el mundo sufren las consecuencias del cambio climático, principalmente producidas por la acción humana y las emisiones de gases de efecto invernadero. El futuro de la biodiversidad y los ecosistemas está en la capacidad de la generación actual para mitigar los efectos perjudiciales medioambientales mediante acciones globales y sostenibles. Actuando con conciencia, aún es posible reducir impactos más graves y, de esta manera, garantizar la supervivencia de muchas especies.

Asesor científico: José Prenda. Catedrático de Zoología. Departamento de Ciencias Integradas de la Universidad de Huelva.

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