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Energía eléctrica

Entre los distintos tipos de energía se encuentra la eléctrica, que es aquella que se genera de la diferencia de potencial eléctrico entre dos puntos determinados, que se ponen en contacto a través de un transmisor. Este contacto genera una corriente basada en la transmisión de cargas negativas (llamadas, más comúnmente, electrones) hasta su punto de consumo.

La naturaleza está repleta de electricidad y es parte fundamental de muchos procesos biológicos de gran importancia en los ecosistemas. Se puede observar en una tormenta eléctrica, en la que la diferencia de potencial eléctrico entre el suelo y el aire provoca una serie de descargas compensatorias, que reciben el nombre de relámpagos; o en el cuerpo humano, donde tanto las neuronas como los impulsos nerviosos de la médula espinal actúan mediante impulsos eléctricos.

Sin embargo, no es posible recoger ni almacenar directamente de la naturaleza la energía eléctrica, por lo que la electricidad se conoce como una energía secundaria, producida por otras fuentes.

La electricidad es fundamental en nuestra vida cotidiana y está presente en todo: para utilizar electrodomésticos, para calentarnos, para ver de noche, en procesos industriales, etc.

Fuente Pixabay. Wikimedia images.

El transporte eléctrico en España

El transporte y la distribución de electricidad constituyen un monopolio natural: se trata de una actividad intensiva en capital, que requiere conexiones directas con los consumidores, cuya demanda de un producto no almacenable -como la energía eléctrica- varía en períodos relativamente cortos de tiempo.

Además, la imposibilidad de almacenar electricidad requiere que la oferta sea igual a la demanda en cada instante de tiempo, lo que supone necesariamente una coordinación de la producción de energía eléctrica, así como la coordinación entre las decisiones de inversión en generación y en transporte de energía eléctrica

La regulación del sector eléctrico está siendo objeto de una profunda reforma. El principal objetivo de la misma es asegurar la sostenibilidad económica y financiera del sistema eléctrico, garantizando, al mismo tiempo, el suministro eléctrico con los niveles necesarios de calidad y al mínimo coste posible, un nivel de competencia efectivo en el sector y todo ello enmarcado dentro de los principios de protección medioambiental de una sociedad moderna.