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04 Jun 2013

«Fracking», la última fiebre por el control del gas natural

La dependencia de la fuentes de energía de origen fósil no deja de ir en aumento al tiempo que los recursos son cada vez más limitados. Esta circunstancia, lejos de promover la apuesta por un consumo más racional o sostenible, ha empujado a llevar a cabo una exhaustiva búsqueda y extracción que bien podría calificarse de “fiebre de los hidrocarburos”,  en paralelismo a la que en su día provocara el oro. En esta búsqueda desesperada se está recurriendo a técnicas de gran impacto ambiental, como es el caso del llamado “fracking” o fracturación hidráulica, que tanta controversia está generando.

 

Pero, ¿en qué consiste?

El “fracking” es una técnica para la extracción hidráulica de gas natural en yacimientos no convencionales, más concretamente para liberar aquel gas que se encuentra acumulado en los poros y fisuras de ciertas rocas cuya poca permeabilidad ha impedido la migración del metano a grandes bolsas de hidrocarburos. Para liberar ese gas se fractura la roca madre y se inyectan a gran presión enormes cantidades de agua mezclada con arena (98%) y una serie de productos químicos (2%). Para este proceso se realiza una fracturación mixta: hasta 5.000 metros en vertical y varios kilómetros en horizontal, lo que implica excavar previamente cientos de pozos en grandes extensiones de terreno.

Aunque el “fracking” lleva ya tiempo aplicándose en EE.UU, cada vez está siendo implementado en Europa de forma más decidida, despertando la polémica en las regiones potencialmente afectadas. El aumento del precio de los combustibles fósiles es lo que está haciendo económicamente rentables estas prácticas. En el caso de España, se han encontrado yacimientos de gas pizarra en la cuenca del Guadalquivir, en la Cordillera Subbética, en la zona del Cantábrico y en ciertas zonas  de Cataluña.

 

Fuente: Escuela de Organización Industrial (www.eoi.es)

 

¿Cuáles son los perjuiciosque ocasiona al medio ambiente?

Los riesgos ambientales que conlleva este método de extracción aún no han sido debidamente caracterizados o valorados, según denuncian sus detractores. El primero y más evidente, sería el impacto paisajístico y la contaminación acústica, cuyo efecto sobre el hábitat de las especies locales cabría analizar. El siguiente es la insostenibilidad del consumo de agua que se requiere: cada operación implica el uso de entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos por pozo. Además, parte del agua no retorna a la superficie, quedándose bajo tierra mezclada con aditivos químicos así como con metales pesados, hidrocarburos y elementos radiactivos liberados en la fractura.

Por todo esto, no se puede descartar el riesgo de contaminación de acuíferos subterráneos y aguas superficiales. De hecho,  en EE.UU, se ha llegado a detectar metano en aguas subterráneas próximas a los pozos, además de cloruro de potasio, lo que saliniza el agua potable.

Por otro lado, se cree que también existe riesgo de contaminación atmosférica después de haberse detectado benceno en el vapor de los pozos donde se almacenan las aguas residuales. A esto habría que sumar las fugas de metano que se producen durante el proceso. Un gas de potente efecto invernadero.

Al alto consumo de agua y a la contaminación paisajística, acústica, atmosférica y de la de las de aguas subterráneas, se suma el riesgo de provocar indirectamente terremotos inducidos, según señalan algunos expertos.

Por su parte, los promotores del fracking restan importancia a los riesgos y aseguran importantes ventajas incluso para el medio ambiente. Una de ellas es que el uso de este gas permitiría ser más independientes energéticamente y disminuir la quema de carbón. Sin embargo, según un estudio del Centro para la Investigación Atmosférica de EE.UU (NCAR), a menos que las tasas de fuga de metano se pueda mantener por debajo del 2%, la sustitución de este gas por el carbón no se notaría en la reducción de gases de efecto invernadero.

 

Situación actual

Se calcula que en todo el mundo se han realizado ya más de 2,5 millones de fracturas hidráulicas. En EE.UU, los defensores de esta técnica, aseguran que han conseguido  aumentar cerca de un 40% las reservas de este gas, y frente a los daños ambientales que se hayan podido detectar aseguran que se trata de accidentes causados por una manipulación incorrecta de los equipos.

Mientras, los informes de los expertos se contradicen dependiendo en muchos casos de los intereses que representen. Un informe de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU (EPA) asoció el “fracking” con la contaminación de aguas en el estado de Wyoming. Por contra, la Asociación Norteamericana de Suministradores de Gas Natural (NGSA) afirma que no se ha confirmado ningún caso de contaminación de acuíferos.

En Europa, las opiniones se dividen según los países. Hay países que como Francia, República Checa, Dinamarca y Bulgaria mantienen moratorias a su utilización, mientras que en el otro extremo estarían países como Polonia, que ya están extrayendo gas pizarra. La Comisión Europea mantiene la cautela , pero tiene previsto elaborar una normativa que regularice esta práctica a fin de minimizar su impacto ambiental, tal y como ha recomendado el Parlamento Europeo en un informe donde, además, se señala la necesidad de hacer públicos los componentes que se emplean en los pozos de perforación.

España estaría en un punto medio, ya que el Gobierno central y las empresas no quieren desaprovechar la oportunidad de encontrar hidrocarburos en un país que importa el 99% de los que consume, pero la investigación aún es  incipiente. Según cálculos del Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas, podría haber recursos de gas no convencional para 39 años de consumo. De hecho, el Ministerio de Industria y comunidades autónomas como el País Vasco o Castilla y León están ya concediendo permisos de investigación, pese a la disconformidad de grupos ecologistas y decenas de ayuntamientos y diputaciones. La Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) lleva ya recogidas 103 mociones en contra.

 

Hacia un consumo responsable

Muchos son los que se preguntan qué sentido tiene seguir dañando nuestro entorno cuando el futuro está claramente en la apuesta por las energías renovables y por fomentar  un consumo más razonable y sostenible. En el caso de España, los recursos más abundantes son precisamente los renovables.

El “fracking”, como señalan desde organizaciones como Greenpeace o  el Foro de Medio Ambiente y Energía, supone perpetuar los principales errores del actual modelo energético. No hace sino prolongar la dependencia de los combustibles fósiles, una dependencia condenada al fracaso debido a que estos recursos son limitados y tarde o temprano se agotarán. Además de que su uso es incompatible con la lucha contra el cambio climático y, en general, con la salvaguarda de nuestro entorno natural.

Siguiendo esta idea, el tren energético que nadie quiere perderse, no estaría tanto en buscar desesperadamente nuevas fuentes de hidrocarburos, sino en fomentar el uso e investigación de las renovables, única garantía de futuro.