El ‘Solar Impulse II’ aterrizó ayer en el aeropuerto de Sevilla. Eran las 07.40 horas cuando se anunciaba la llegada de esta aeronave procedente de la terminal JFK de Nueva York, tras atravesar el océano Atlántico en un recorrido ininterrumpido de dos días y dos noches y de más de 6.200 kilómetros de distancia. El monoplaza, cuyo objetivo es continuar su travesía para realizar la vuelta al mundo, comenzó en 2015 en Abu Dabi, lugar donde tiene previsto regresar hasta completar una hazaña que ya le ha llevado a recorrer 14 etapas entre Omán, India, Birmania, China, Japón y Estados Unidos.
El proyecto, financiado, entre otras entidades, por la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco, busca demostrar, según los pilotos e iniciadores de esta propuesta, Bertrand Piccard y André Borschberg, que las energías limpias o renovables pueden, según sus propias palabras, “alimentar el planeta”. En concreto, ‘Solar Impulse II’ es un avión monoplaza fabricado en fibra de carbono, con 72 metros de envergadura y con un peso de 2.300 kilos. Entre sus características, dispone de 17.248 células solares desplegadas sobre sus alas además de cuatro baterías -de 13,5 kW/17,17,5 CV cada una- que almacenan la energía solar y propulsan las hélices únicamente con energía limpia.
Pero… ¿Cómo es el funcionamiento de ‘Solar Impulse II’? “La energía solar se transforma en recurso útil mediante unos dispositivos denominados módulos fotovoltaicos situados tanto en las alas como el fuselaje”, explica el director del Centro Tecnológico Avanzado de Energías Renovables de Andalucía (CTAER) e investigador de la Universidad de Sevilla, Valeriano Ruiz. De este modo, continúa el experto, la radiación solar incide sobre dichos materiales -preparados tecnológicamente- produciendo directamente electricidad y provocando, de esta forma, el movimiento de las hélices del avión. “Funciona como cualquier tipo de motor”, insiste.La energía solar, protagonista
En este sentido, según Valeriano Ruiz, las prestaciones del vuelo, es decir, aspectos como la velocidad o la distancia, dependen, principalmente, del propio diseño de la aeronave. “Puede ir más rápido o mantenerse más tiempo en el aire, ello varía según el rendimiento de las células o la propia eficiencia del motor”, manifiesta. Y añade: “Estas tecnologías avanzan muy rápidamente. Recuerdo que en Sevilla, hace unos años, para celebrar la vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano, planteamos una idea similar, pero a pequeña escala”.
Este tipo de iniciativas, cada vez más presentes en medios de transporte como coches o barcos, tienen el objetivo de promover la utilización de energías renovables. “A diferencia de las fósiles como el carbón o el petróleo, que están almacenadas hace mucho tiempo y una vez consumidas se terminan, las renovables, como la solar, la eólica o la de biomasa, siempre se renuevan de forma periódica, es decir, cada cierto tiempo”. No obstante, matiza Valeriano Ruiz, el futuro de la aviación no pasa, a corto y medio plazo, por aeronaves fotovoltaicas. “Para disminuir el impacto ambiental de los aviones comerciales lo ideal es buscar biocombustible, el mismo que se utiliza, por ejemplo, para los coches de biodiésel y bioetanol”.
Además de este tipo de propuestas, más globales, el investigador invita a desarrollar acciones más locales o cotidianas para extender el uso de las energías renovables en la sociedad. “La ciudadanía debe ser consciente de su importancia. Por ejemplo, no tiene ningún sentido que el agua de la ducha se caliente con gas butano o electricidad cuando tenemos tanto sol ¡sobre todo en Andalucía! Hay que implicar a todos los consumidores”, apostilla Ruiz.